martes, 15 de noviembre de 2011

LA DERROTA MILITAR DE LA PRENSA DOCTRINARIA ANTIPORFIRIANA

En el primer año de la gestión tuxtepecana, La Linterna, Don Quixote, La Mosca y La Cantárida tratan de hacer con Díaz lo mismo que hicieron El Ahuizote, El Padre Cobos y otros periódicos porfiristas con Lerdo: denunciar las mentiras y torpezas del mandatario, desprestigiarlo y destruir su imagen, ser el órgano de una revolución, llamar a la insurrección y darle coherencia política a la revuelta. Los autores de Don Quixote y La Linterna creen en la justeza de su causa, están convencidos de que Díaz, es un usurpador, un dictador, un reyezuelo que viola la Constitución y no respeta los principios liberales consagrados en la Carta Magna, y sienten que su deber es derrocarlo; sin embargo, fracasan por varias razones:
·         A diferencia de lo que ocurre en 1876 con lerdo, en 1877 el régimen porfirista –a pesar de sus errores y torpezas—no está degastado y vive su periodo de gracia; aun tiene apoyo popular, goza de prestigio y, si bien muchas de las críticas de Don Quixote  y La Linterna resultan certeras, son prematuras y no calan en la opinión pública.
·         Los periódicos satíricos de combate lerdistas, de oposición a Díaz, reflejan las posiciones de una corriente de opinión política, no de una base o grupo social. Mientras que el Plan de Tuxtepec es, a menos en parte, una revolución social, el intento de contragolpe lerdista es, esencialmente, un movimiento de élites políticas, militares e intelectuales y,  por lo tanto, carece de popularidad y base social.
·         Los periódicos satíricos de combate constitucionalista, se ciñen a la agenda y los tiempos políticos que les impone lerdo. Don Sebastián es inteligente, pero no es un líder de pelea: dirige una guerra a distancia, desde el exilio, sin tener información directa, delega tareas importantes en manos de sus subalternos, no tiene experiencia militar ni sabe dar golpes de estado. Esto hace que sus partidarios no tengan una dirección política eficiente, lo que les impide tomar decisiones oportunas, establecer alianzas y resolver otros asuntos estratégicos.
·         Al ceñirse a los tiempos y planes de Lerdo, los periódicos de combate no tienen espacio para desarrollar una agenda y una personalidad propias; en cambio cargan con el desprestigio de Don Sebastián, que es mucho.
Por lo demás, el amago de guerra civil produce un cambio radical en la opinión pública. La gente está harta de conflictos y la prensa lerdista es el vocero de la guerra.
La estrategia de Díaz hacia los medios es de gran eficacia. La subvención a periódicos gobiernistas deforman el mercado, lo que golpea a la prensa opositora en esta etapa en que la causa de lerdo está de capa caída; por otro lado, los escritores subvencionados de la libertad crean un nuevo tipo de periodismo reflexivo, crítico, pero que le es sumamente funcional al Estado.
Mientras el rebelde discurso constitucionalista asusta y atosiga a un país cansado de conflicto, el discurso pacifista del gobierno y los medios subvencionados conquista a la gente. Las campañas de difamación y desinformación lanzadas desde el poder surten efecto en los medios neutrales, llenan de dudas a los periódicos “imparciales” y obligan a dar explicaciones difíciles a los lerdistas. Durante la rebelión constitucionalista, Porfirio ve los periódicos lerdistas de oposición como agentes desestabilizadores del orden público y los trata como objetivos militares, como enemigos del estado y la patria, lo que lo lleva, en los primeros meses de su mandato, a encarcelar en San Juan de Ulúa a los periodistas opositores. La feroz represión del régimen contra periodistas respetados funciona como un elemento sorpresa; golpea una conquista liberal, pero infunde miedo y desorganiza a los periódicos opositores.
Para sorpresa de los escritores, el dictador no paga un costo alto ante la opinión pública por sus actos represivos. A partir de que rompe el tabú, Díaz trata con dureza a los periodistas que le hacen oposición y hostiga a la prensa enemiga por vías legales, pero, sobre todo, mediante mecanismos extralegales (sabotea los envíos a provincia y encarcela a periodistas sin justificación alguna). Esta actitud violenta la Constitución, rompe con los principios liberales esenciales y es, en materia de garantías individuales, inaceptable; sin embargo, le permite apagar la rebelión y conservar el poder.


El país del Llorón de Icamole: Caricatura de combate y libertad de imprenta durante los gobiernos de Porfirio Díaz y Manuel González (1877-1884) (2008. Fondo de Cultura Económica. México).



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