martes, 15 de noviembre de 2011

PORFIRIO DIAZ

LA PRENSA DE OPOSICION EN 1877

Los publicistas de combate experimentados, practican la sátira y, en esta etapa, se dedican a cultivar este género, pues tienen una causa y un sujeto  que satirizar. Como un golpe de teatro, los periodistas de oposición de ayer se vuelven ministeriales y viceversa. Los actores son casi los mismos, pero los roles se invierten: los lerdistas adoptan un lenguaje violento, hasta grosero, y denuncian los abusos de poder del gobierno; por su parte, los porfiristas acusan a la prensa de oposición de criticar al régimen porque no les pasa una subvención, y pronto los dos bandos se convierten en lo mismo que hace apenas unos meses tanto criticaban.
La prensa satírica mexicana entre 1877 y 1880 es tan dinámica y activa como la de tiempos de Lerdo. A lo largo de este periodo circulan, de manera irregular, los siguientes periódicos con caricaturas: Don Quixote, La Linterna, La Orquesta, La Cantárida, La Mosca, El Nagual, La Casera, El Tranchete, L Gacetilla, La Patria Festiva, Don Gerundio, La Gaceta de Holanda, El Democrático, La Historia Cantante, La Paparrucha, La Tertulia, Mefistófeles, El Padre Cobos, El Máscara y El Coyote.
Como sucede con la mayoría de los periódicos de combate, éstos suelen nacer en el contexto de alguna coyuntura política específica o con una finalidad precisa.


El país del Llorón de Icamole: Caricatura de combate y libertad de imprenta durante los gobiernos de Porfirio Díaz y Manuel González (1877-1884) (2008. Fondo de Cultura Económica. México).

LA PRENSA DE FACCION DURANTE LA SUCESION DE 1880

El final de la rebelión lerdista marca el establecimiento definitivo de Porfirio y abre un corto periodo de paz, el cual pronto es enturbiado por las divisiones tuxtepecanas en torno a la sucesión presidencial. En este lapso, la prensa lerdista se fortalece, establece una agenda periodística propia; denuncia las contradicciones y torpezas del presidente y su partido, y asume una actitud beligerante de defensa de los principios Constitucionales, de la libertad de imprenta y del respeto a los derechos humanos.
Esta estrategia le permite recuperar algo de su prestigio e incidir en la vida política de la nación. Sin lugar a dudas, la campaña de denuncia contra los asesinatos de Terán en Veracruz influyen en el ánimo del público y ayudan a frustrar el primer intento de Díaz por reelegirse. En esta campaña desempeñan un papel muy importante medios independientes como El Monitor Republicano, pero también los lerdistas El Republicano y La Casera, y hasta tuxtepecanos como El Tranchete.
Los diferentes partidos personalistas, encabezados por los aspirantes a suceder a Díaz, publican literalmente sus periódicos, y también desempeñan un papel importante en la escena política del momento. La prensa independiente, la de oposición y la de las facciones tuxtepecanas contribuyen a cortar de tajo las candidaturas de Riva Palacio y Benítez, y es innegable el peso de El Tranchete, órgano del candidato Vallarta, en eso de atajar la primera reelección de Porfirio.
Es seguro que, a partir de esta experiencia, el general haya visto la libertad de imprenta como un obstáculo para sus propósitos políticos y personales. Como una amenaza para el gobierno y como un riesgo para el Estado, lo que lo lleva a endurecer su posición hacia los medios. Primero, sin acabar del todo con el principio consagrado en la Constitución, Díaz y sus sucesor ponen en práctica mecanismos que buscan ejercer un control meta legal sobre la prensa: subvencionan periódicos amigos, sabotean a los hostiles y reprimen selectivamente a los periodistas de oposición. Finalmente, terminan por cambiar la Constitución y establecen un régimen de censura.

En esta estampa, Porfirio Díaz pelea como un naufrago por su vida para salvarse de las agitadas olas de la opinión pública, y se monta en el articulo “Sétimo Reformado”; rasga la Constitución y golpea a la prensa independiente, con tal fuerza que le saca un ojo y la hunde. Para El Hijo del Ahuizote sólo la censura que ejerce el gobierno contra la prensa independiente salva a Díaz del desacredito de haberse reelegido. (Fígaro [Daniel Cabrera], 23 de agosto de 1885).

El país del Llorón de Icamole: Caricatura de combate y libertad de imprenta durante los gobiernos de Porfirio Díaz y Manuel González (1877-1884) (2008. Fondo de Cultura Económica. México).

LA DERROTA MILITAR DE LA PRENSA DOCTRINARIA ANTIPORFIRIANA

En el primer año de la gestión tuxtepecana, La Linterna, Don Quixote, La Mosca y La Cantárida tratan de hacer con Díaz lo mismo que hicieron El Ahuizote, El Padre Cobos y otros periódicos porfiristas con Lerdo: denunciar las mentiras y torpezas del mandatario, desprestigiarlo y destruir su imagen, ser el órgano de una revolución, llamar a la insurrección y darle coherencia política a la revuelta. Los autores de Don Quixote y La Linterna creen en la justeza de su causa, están convencidos de que Díaz, es un usurpador, un dictador, un reyezuelo que viola la Constitución y no respeta los principios liberales consagrados en la Carta Magna, y sienten que su deber es derrocarlo; sin embargo, fracasan por varias razones:
·         A diferencia de lo que ocurre en 1876 con lerdo, en 1877 el régimen porfirista –a pesar de sus errores y torpezas—no está degastado y vive su periodo de gracia; aun tiene apoyo popular, goza de prestigio y, si bien muchas de las críticas de Don Quixote  y La Linterna resultan certeras, son prematuras y no calan en la opinión pública.
·         Los periódicos satíricos de combate lerdistas, de oposición a Díaz, reflejan las posiciones de una corriente de opinión política, no de una base o grupo social. Mientras que el Plan de Tuxtepec es, a menos en parte, una revolución social, el intento de contragolpe lerdista es, esencialmente, un movimiento de élites políticas, militares e intelectuales y,  por lo tanto, carece de popularidad y base social.
·         Los periódicos satíricos de combate constitucionalista, se ciñen a la agenda y los tiempos políticos que les impone lerdo. Don Sebastián es inteligente, pero no es un líder de pelea: dirige una guerra a distancia, desde el exilio, sin tener información directa, delega tareas importantes en manos de sus subalternos, no tiene experiencia militar ni sabe dar golpes de estado. Esto hace que sus partidarios no tengan una dirección política eficiente, lo que les impide tomar decisiones oportunas, establecer alianzas y resolver otros asuntos estratégicos.
·         Al ceñirse a los tiempos y planes de Lerdo, los periódicos de combate no tienen espacio para desarrollar una agenda y una personalidad propias; en cambio cargan con el desprestigio de Don Sebastián, que es mucho.
Por lo demás, el amago de guerra civil produce un cambio radical en la opinión pública. La gente está harta de conflictos y la prensa lerdista es el vocero de la guerra.
La estrategia de Díaz hacia los medios es de gran eficacia. La subvención a periódicos gobiernistas deforman el mercado, lo que golpea a la prensa opositora en esta etapa en que la causa de lerdo está de capa caída; por otro lado, los escritores subvencionados de la libertad crean un nuevo tipo de periodismo reflexivo, crítico, pero que le es sumamente funcional al Estado.
Mientras el rebelde discurso constitucionalista asusta y atosiga a un país cansado de conflicto, el discurso pacifista del gobierno y los medios subvencionados conquista a la gente. Las campañas de difamación y desinformación lanzadas desde el poder surten efecto en los medios neutrales, llenan de dudas a los periódicos “imparciales” y obligan a dar explicaciones difíciles a los lerdistas. Durante la rebelión constitucionalista, Porfirio ve los periódicos lerdistas de oposición como agentes desestabilizadores del orden público y los trata como objetivos militares, como enemigos del estado y la patria, lo que lo lleva, en los primeros meses de su mandato, a encarcelar en San Juan de Ulúa a los periodistas opositores. La feroz represión del régimen contra periodistas respetados funciona como un elemento sorpresa; golpea una conquista liberal, pero infunde miedo y desorganiza a los periódicos opositores.
Para sorpresa de los escritores, el dictador no paga un costo alto ante la opinión pública por sus actos represivos. A partir de que rompe el tabú, Díaz trata con dureza a los periodistas que le hacen oposición y hostiga a la prensa enemiga por vías legales, pero, sobre todo, mediante mecanismos extralegales (sabotea los envíos a provincia y encarcela a periodistas sin justificación alguna). Esta actitud violenta la Constitución, rompe con los principios liberales esenciales y es, en materia de garantías individuales, inaceptable; sin embargo, le permite apagar la rebelión y conservar el poder.


El país del Llorón de Icamole: Caricatura de combate y libertad de imprenta durante los gobiernos de Porfirio Díaz y Manuel González (1877-1884) (2008. Fondo de Cultura Económica. México).



martes, 8 de noviembre de 2011

Se distinguía esa prensa por una virulencia de influenza española; lenguaje tabernario como la de oposición granuja efectiva; calumnia fácil, procacidad inaudita, irresponsabilidad legal absoluta y responsabilidad moral nula, porque, ávido el público de caldos acres y fétidos, bebía con sordos de ogro el néctar venenoso de los escándalos.
FRANCISCO BULNES
(contra la prensa satírica, en defensa de Díaz), en El verdadero Díaz y la Revolución, 1952.  

El país del Llorón de Icamole: Caricatura de combate y libertad de imprenta durante los gobiernos de Porfirio Díaz y Manuel González (1877-1884) (2008. Fondo de Cultura Económica. México).

PORFIRIO DIAZ Y LA PRENSA



Porfirio Díaz es uno de los personajes nodales de la historia de México. Es la figura central de la escena política de la nación entre 1877 y 1911 y presidente del país durante poco más de treinta años. Su forma de gobernar, autoritaria y, con frecuencia, despiadada, marca la política nacional por décadas y establece formas esenciales de una cultura del poder que sigue funcionando hasta principios del siglo XXI. Bajo la dictadura de don Porfirio, el país vive su primer largo periodo de paz y se hacen grandes obras de infraestructura que son fundamentales para su progreso material. Díaz es un político hábil y un gran negociador; pero la llamada pax porfiriana se mantiene, en buena medida, con mano dura y actos represivos. Durante su régimen no se respetaban normas democráticas esenciales, se violaban los derechos humanos y su política económica perpetúa innumerables injusticias que dan lugar al estallido revolucionario de 1910.
La prensa juega un papel central en el ascenso  político de Porfirio Díaz. Al final de la intervención francesa, casi todos los periódicos tratan al general oaxaqueño como a un héroe militar, lo exaltan como un estratega de primer orden, un patriota intachable; lo hacen figura importante, punto de referencia en la escena política nacional, y esto le permite al soldado encabezar la oposición liberal antijuarista y contender por la presidencia en 1867 y en 1971. Más tarde, entre 1874 y 1876, la prensa porfirista de oposición juega un papel clave en el derrocamiento de Lerdo y el triunfo de la revolución de Tuxtepec, que lleva a Porfirio a la presidencia.
Sin embargo, la prensa de combate –cumbre del periodismo mexicano y de la libertad de pensamiento en este país—decae y empieza a ser reprimida a partir de la primera presidencia de Díaz. La relación de don Porfirio con la prensa de su tiempo es compleja y su política hacia los medios cambia y evoluciona con el tiempo. Es verdad que el  presidente Díaz persigue y encarcela periodistas desde su primer mandato y que, a partir de su primera reelección, adopta una política de abierta represión hacia la prensa, pero el dictador no solo reprime a los publicistas que se le oponen, también les abre espacios de negociación, busca conciliar cuando es posible, con frecuencia los seduce, engaña o manipula y constantemente trata de ganarlos para su causa. Una rápida ojeada a los periódicos de la época, especialmente a los de caricaturas como Don Quixote, La Casera, El Tranchete, El Rascatripas y El Hijo del Ahuizote, revela que, durante ese periodo, la prensa satírica de México es rebelde, vital, agresiva e insumisa.


El país del Llorón de Icamole: Caricatura de combate y libertad de imprenta durante los gobiernos de Porfirio Díaz y Manuel González (1877-1884) (2008. Fondo de Cultura Económica. México).

Porfirio Díaz, vestido como militar, empuña la espada de la dictadura y despliega la ostentosa cola (y las patas) del vanidoso pavo real, emblema de la fatuidad narcisista. Para los lerdistas, Díaz es un hombre peligroso que no duda en echar mano de la dictadura con tal de satisfacer su ambición personal por el poder.
(Anónimo [Hidalgo], La Mosca, 5 de abril de 1877).
Porfirio es retratado como un rey-general que tiene por cuello un cañón que dispara una bala del más duro metal: su propia cabeza. Esta estampa pinta a Díaz como un militarote bruto y denuncia que la fuerza de las armas es la última razón de Porfirio (T y Z [Tenorio Suarez], La Linterna, 5 de marzo de 1877).

En esta imagen Díaz es representado como un monstruo apocalíptico de tres cabezas: el Poder Ejecutivo, el Legislativo, y el Judicial. De acuerdo con la prensa lerdista, Díaz continuó las prácticas presidencialistas que tanto había repudiado (Tenorio [Tenorio Suarez], La Linterna, 16 de abril de 1877).

En esta caricatura se presenta a Díaz como un rey medieval, que asienta su poder sobre el cadáver de su antecesor, el rey Sebastián Lerdo de Tejada. En una mano sostiene el garrote represivo de Palo Blanco y en la otra un costal de empleos para repartir. Los generales Alatorre y Rocha coronan al nuevo rey; dos querubines le dan muestras de adoración. Para el caricaturista de La Orquesta (León), Porfirio es un digno sucesor de Lerdo, pues usa sus mismas tácticas (2 de mayo de 1877). 

En esta estampa Díaz y Lerdo juegan a las manos postizas de la dictadura: en un primer plano, Porfirio, como si fuera un monigote, da la cara y pone sus manos en la espalda, atrás de él, el rey Sebastián pasa los brazos bajo las axilas del patiño y manotea a voluntad. El caricaturista (León) denuncia aquí que el vencedor practica lo mismo que el vencido (La Orquesta, 14 de marzo de 1877).

Esta caricatura, que representa a México como una Torre de Babel, a medio construir, ya arruinada y amenazada por la tormenta, plasma la desastrosa realidad política de los primeros meses del porfiriato, en la que coexisten, sin entenderse y entre jaloneos, conservadores, porfiristas, lerdistas e iglesistas.
(León, La Orquesta, 24 de marzo de 1877).

Los tuxtepecanos netos son retratados por el caricaturista en los huesos en 1876, y gordos y ricos al año siguiente de haber tomado el poder. Para los lerdistas, los porfiristas son una banda de oportunistas muertos de hambre que se lanzaron a la revuelta para enriquecerse (T y Z [Tenorio Suarez], La Linterna, 12 de marzo de 1877).

En esta caricatura Porfirio es pintado como el verdugo que tiene a la Patria postrada y a punto de partirle el cráneo con un martillo y un cincel. Para la oposición lerdista, Porfirio es un tirano que sacrifica a la Patria por sus ambiciones (T. Z. [Tenorio Suarez], La Linterna, 19 de marzo de 1877).


Esta caricatura que tiene por tema el cuarto mandamiento (“Honrarás a tus padres”), es parte de una serie que parodia los diez mandamientos bíblicos. Al centro de la imagen vemos al general Díaz como un tirano arrogante y vanidoso que se apoya en el garrote de Palo Blanco. A la derecha, el dictador tiene encadenado y humillado a su padre, el Pueblo, y a su izquierda, a su madre, la Patria (Cárdenas, La Linterna, 7 de octubre de 1877).

La inexperiencia de Porfirio Díaz en 1877 le hace cometer errores de novato. En esta caricatura, la imagen del general aparece grande en el año de su ascenso al poder, y chiquita y de cabeza al año siguiente. Para los lerdistas, Porfirio, el revolucionario de Tuxtepec, empequeñece con el ejercicio del gobierno, y bajo su mandato, todo está de cabeza (sin firma, La Linterna, 19 de febrero de 1877).

Para la prensa independiente, Porfirio carece de oficio político y de tacto jurídico. En esta estampa, el dibujante pone al presidente legislando, literalmente, “con las patas”. Lo ayudan sus partidarios: Justo Benítez le guía el pie, “fray” Protasio Tagle le lleva la pierna e Ignacio L. Vallarta sostiene el tintero (León, La Orquesta, 28 de julio de 1877).


Para los lerdistas, la nueva clase política no es más que una cálifa de ladrones y tahúres. En esta caricatura los porfiristas marchan hacia la capilla de Tuxtepec, que no es otra cosa que el templo de Birján, el rey de los tahúres. Alfredo Chavero, otros legisladores, Porfirio, Tagle, Vallarta, Ogazón, Riva Palacio, Benítez y otros de los principales allegados de Díaz representan distintos juegos de azar (Gaitán [Santiago Hernández], Don Quixote, 1 de junio de 1877).

El primer congreso porfirista resulto ser tan sumiso como los anteriores. En esta estampa, Díaz le entrega el plato de sus proyectos a la Cámara de Diputados, representada como una parvada de loros cautivos, mientras les dice “¡Tomad y hablad!, es decir, “digan lo que quieran, pero tráguense esto” (Gaitán [Santiago Hernández], Don Quixote, 9 de mayo de 1877).

Diversos sectores de opinión ven la llegada de Díaz al poder como un mero accidente, como el resultado del desorden imperante del país. Para La Orquesta, la penosa situación que atraviesa el país es producto de la ambición de poder y la responsabilidad de las tres principales facciones políticas (León, 25 de abril de 1877).


El principio del gobierno de Díaz es complicado: algunos sectores le aconsejan al presidente que tome medidas enérgicas para controlar la inestabilidad del país; el gobierno está obligado a reducir el ejército, a sacar dinero de donde pueda, a tranquilizar a una opinión pública adversa y hasta hacer pactos con los conservadores. En esta caricatura, ante el asombro público, el grupo de Tuxtepec realiza una serie de actos arriesgados de circo: Porfirio intenta hacer un salto mortal para pasar de la libertad a la dictadura, el general Ogazón parte en dos al ejército con la espada de la “reducción” presupuestal, Justo Benítez (apodado “el negrito de la farsa”) realiza un acto de fuerza que consiste en cargar hartos sacos de dinero, Ignacio Ramírez entrena a su gato y alumno Ignacio  Manuel Altamirano a hacer malabares, y Protasio Tagle hace un difícil equilibrio con las cabezas del grupo conservador (León, La Orquesta, 7 de marzo de 1877).


Para La Orquesta, Porfirio no sólo carece de la capacidad de resolver la situación del país, sino que su torpeza complica aún más las cosas. En esta caricatura, lo retrata sentado en el madero de Palo Blanco intentando deshacer con una rueca la complicada madeja de la política mexicana, pero su inexperiencia hace que se enrede aún más las cosas (León, 11 de abril de 1877).

A pesar de que Porfirio afirma que todo esta bajo control, durante los primeros meses del gobierno de Tuxtepec el país es sacudido por diversas revueltas y motines, los cuales son reprimidos con mano dura por el gobierno federal. En esta imagen, Porfirio, vestido de Quijote, levanta los brazos y dice “Conciudadanos, la República está en completa PAZ”, pero en el fondo vemos una escena de guerra en el sur y un horizonte de ahorcados en Tepic (Gaitán [Santiago Hernández], Don Quixote, 18 de mayo de 1877).


A principios de 1879, una expedición de estadunidenses notables visita México y el gobierno publicita este viaje como la muestra de que las tensiones entre Washington y Tuxtepec están ya superadas. En esta parodia de “La Marjolaine”, Porfirio y su grey (Rocha y Matías Romero) están arrodillados y maravillados ante la llegada de la comitiva estadunidense (anónimo [Santiago Hernández], La Historia Cantante, 29 de enero de 1879).

Para Ireneo Paz y su dibujante, la clave Vega-Limón es el código de muerte y, por lo tanto, el telegrama del presidente, una orden de ejecución. Esta estampa acusa a Porfirio de ser el autor intelectual de la matanza de Veracruz (Lira [¿Alamilla?], La Patria Festiva, 10 de agosto de 1879).


En medio de un camposanto, el gobernador Terán está de pie pisando unas tumbas; a su alrededor el Diario Oficial, “fray” Protasio Tagle, el manco González, Vallarta y Díaz trabajan afanosamente por enterrar el asunto de la matanza de Veracruz. Esta imagen denuncia los esfuerzos del gobierno por ocultar la masacre de Veracruz (Lira [¿Alamilla?], La Patria Festiva, 13 de julio de 1879).

Esta caricatura muestra, en medio de postes que sostienen guirnaldas festivas, a Porfirio y su gente (González, Tagle y Benítez) vestidos de gala. Díaz sostiene el texto de un discurso en el que va a anunciar la reelección; sin embargo, una inesperada tormenta (política) les cae encima y les estropea sus planes. Con su denuncia a la matanza de Veracruz, La Casera contribuye a quitar de la agenda política de aquellos años la primera reelección de Porfirio (Gaitán [Santiago Hernández], 21 de septiembre de 1879).

Cuando se hacen evidentes las maniobras para reelegir a Díaz, los lerdistas emprenden una campaña en la que denuncian a Porfirio como un tirano que busca prolongar su reinado. En esta imagen los tres candidatos del momento son uno solo; Díaz sentado cómodamente en la silla, Díaz incorporándose y Díaz de pie en posición de firmes, como asustado (Gaitán [Santiago Hernández], La Casera, 3 de julio de 1879).

Porfirio declara que no busca la reelección, pero sus seguidores y los benitistas la impulsan abiertamente; así lo denuncia esta imagen: Porfirio esta de perfil;  con la zurda, como debajo del agua, pone tras su espalda una gorra militar en la que Protasio Tagle le pone el papel de la “Reelección”; el general dice: “No quiero, no quiero échenmelo en el sombrero” (Gaitán [Santiago Hernández], La Casera, 24 de agosto de 1879).

El proyecto reeleccionista de Díaz molesta a los candidatos opositores, pero estos reaccionan con más o menos enojo según su cercanía con el presidente. En esta imagen, Porfirio se embriaga con el rico neutle de la reelección; mientras Tagle le aplaude, Vallarta lo mira molesto; al fondo, atrás, están González y Negrete tirados de borrachos. Esta caricatura muestra indignación ante el intento reeleccionista de Porfirio Díaz y la aparente apatía de los demás candidatos    (Gaitán [Santiago Hernández], La Casera, 24 de agosto de 1879).

En septiembre de 1879 el plan reeleccionista ha provocado una escisión en Tuxtepec y la oposición de un sector cada vez mayor de la opinión pública. En esta imagen Porfirio se levanta de su cama, en camisón, y se agarra la panza en señal de dolor, llega en su auxilio Fray Protasio, quien pregunta “¿Qué tiene S. E. as?”; Porfirio responde “¡Retortijón!...Que se me ha indigestado la reelección”; a lo que Tagle ofrece el remedio de la “no reelección” (Gaitán [Santiago Hernández], La Casera, 7 de septiembre de 1879).


La intentona reeleccionista de 1879 le atrae a Díaz el enojo de algunos de sus viejos partidarios. En especial, Ireneo Paz y su gente comienzan a equiparar a Porfirio con Lerdo, a quien tanto habían criticado. En esta imagen, retrata a los dos personajes en un restaurante elegante, con la mesa bien servida, Porfirio le dice “¡Glotón!” a Lerdo, que está sentado en la mesa de al lado, a lo que don Sebastián replica: “El comal le dice a la olla…” (Lira [¿Alamilla?], 3 de enero de 1880).

Imagen 96
Díaz está a punto de inmolar a la Libertad con el marro de la tiranía (Lira [¿Alamilla?], 17 de enero de 1880).